
Investigación en la Antártida: peces al borde de la congelación y pingüinos que inspiran buques
María Cano
30-11-2013
El científico Javier Cacho, que ha dirigido varias expediciones españolas a la Antártida, descubre a El Imparcial los secretos del continente antártico.
Cada año visitan la Antártida 7.000 científicos y 35.000 turistas. ¿Cree que estas cifras pueden ser perjudiciales?
No soy partidario de que los turistas visiten la Antártida porque debería de quedar como un territorio para la paz y la ciencia, como se ha declarado. Los turistas, van en barcos todos a la vez y desembarcan en un mismo punto, a pesar de la enorme extensión de la Antártida, de unos 14 millones de kilómetros cuadrados, unas 30 veces España. Así, cuando llegan, en masa, se les acerca a ver una única pingüinera y a visitar una única zona durante el verano austral, que dura un par de meses o tres. No hay quien lo pare, a no ser que haya un gran accidente, cosa que no es tan difícil que ocurra. Hace seis años, por ejemplo, se hundió un barco de turistas en la zona y en sólo dos horas. Por suerte, las condiciones atmosféricas eran favorables y se trataba de un barco pequeño que transportaba a menos de 150 personas, por lo que varios barcos pudieron acudir al rescate y no ocurrió nada grave. ¿Se imagina si eso mismo pasa en un barco en el que viajan 2.000 turistas y en pleno temporal? Lo del Titanic quedaría en un juego de ninos... Y que conste que estoy yendo contra mi mismo porque yo ya no podría volver como científico, luego, me estaría cerrando también las puertas a volver como turista. Vivimos en un mundo de coleccionismo de cromos en el que todo lo queremos ver y nos creemos con derecho a ello, pero no pasa nada por no hacerlo: escuchemos, leamos...
¿Qué se siente en aquel desierto de hielo?
La Antártida no deja indiferente a nadie y provoca dos reacciones muy diferentes: o te enamoras de ella o la odias con toda tu alma. Hay que tener en cuenta que a pesar de los maravillosos paisajes, ir allí supone asumir sacrificios. Es un lugar peligroso, de gran dureza. Si me pasa algo, no hay un hospital cerca, ni un medio de transporte rápido para trasladarme a uno. Tampoco puedo volver cuando quiera si le pasa algo a alguien de mi familia... Y si se me estropea algo del equipo, o lo arreglamos como podamos, o no podremos utilizarlo para trabajar porque no hay técnicos ni repuestos. En aquellas soledades, se descubre al ser humano y surge el espíritu de equipo y solidaridad. El instinto de supervivencia queda amortiguado por el espíritu de solidaridad.
¿Cuáles han sido los principales descubrimientos llevados a cabo en la Antártida?
Han sido muchas las investigaciones realizadas geológicas, biológicas, oceanográficas, astronómicas y meteorológicas. El más reciente es el de la localización de neutrinos de origen extraterrestre, pero también se ha desarrollado, por ejemplo, un nuevo sistema de propulsión de buques gracias a la observación de la forma de nadar de los pingüinos. Además, los limos del fondo del mar nos permiten retroceder cientos o miles de años en el tiempo y averiguar qué clima tuvo el planeta entonces. También observamos cómo se desarrolla la vida al límite, porque los peces viven en unas aguas al borde de la congelación y por eso se está estudiando la composición especial de su sangre para aplicar a la medicina estos conocimientos en personas con problemas de coagulación.
¿Y los de los españoles?
Hemos sido pioneros en algunos campos. Por ejemplo, se han hecho estudios muy importantes en oceanografía sobre las corrientes y también paleoclimáticos. La base española sólo se usa durante el verano austral porque no compensaría tener allí a 10 o 15 personas durante el invierno para que trabajaran 1 o 2 científicos. Lo que se hce en esos casos, es pedir permiso a otra base, algo contemplado en el Tratado Antártico. Hay unas 60 bases en total de las cuales permanecen operativas una veintena durante los meses más fríos. En cifras, eso supone que en verano trabajan en ellas unos 3.000 científicos, y en invierno, alrededor de 1.000.
¿Se notan los efectos del cambio climático en el continente antártico?
Depende de la zona. La occidental es mucho más inestable y, por lo tanto, desconocida, así que no sabemos lo que está pasando. Sigue encerrando misterios. En cuanto a otras zonas, Groenlandia puede perder mucho hielo y el Ártico, en cambio, está perdiendo menos de lo que se esperaba.
Acaba de publicar el libro Shackleton: el indomable. El explorador que nunca llegó al Polo Sur tras el éxito de su título Amundsen-Scott: duelo en la Antártida. ¿A cuál de estos tres valientes exploradores se siente más cercano?
Lo cierto es que por su trayectoria profesional, a Scott. No por su caracter utilitario, sino porque su historia personal se parece más a la mía. Él no persiguió ir a la Antártida con el ahínco de los otros exploradores, fue como si le tocara ir y algo así me pasó a mi que, por ejemplo, dudé entre estudiar Físicas o Geológicas hasta el último momento. Eran muy diferentes y fiel reflejo de ello es una mítica frase de un científico que también participó en expediciones de la época, Priestley, que decía: "Si quieres organizar una expedición científica, ve con Scott; si deseas una marcha rápida para alcanzar un objetivo, elige a Amundsen; pero si te va mal y parece que las cosas no pueden ir a peor, híncate de rodillas y pide a Dios que te envíe a Shackleton".
María Cano
30-11-2013
El científico Javier Cacho, que ha dirigido varias expediciones españolas a la Antártida, descubre a El Imparcial los secretos del continente antártico.
Cada año visitan la Antártida 7.000 científicos y 35.000 turistas. ¿Cree que estas cifras pueden ser perjudiciales?
No soy partidario de que los turistas visiten la Antártida porque debería de quedar como un territorio para la paz y la ciencia, como se ha declarado. Los turistas, van en barcos todos a la vez y desembarcan en un mismo punto, a pesar de la enorme extensión de la Antártida, de unos 14 millones de kilómetros cuadrados, unas 30 veces España. Así, cuando llegan, en masa, se les acerca a ver una única pingüinera y a visitar una única zona durante el verano austral, que dura un par de meses o tres. No hay quien lo pare, a no ser que haya un gran accidente, cosa que no es tan difícil que ocurra. Hace seis años, por ejemplo, se hundió un barco de turistas en la zona y en sólo dos horas. Por suerte, las condiciones atmosféricas eran favorables y se trataba de un barco pequeño que transportaba a menos de 150 personas, por lo que varios barcos pudieron acudir al rescate y no ocurrió nada grave. ¿Se imagina si eso mismo pasa en un barco en el que viajan 2.000 turistas y en pleno temporal? Lo del Titanic quedaría en un juego de ninos... Y que conste que estoy yendo contra mi mismo porque yo ya no podría volver como científico, luego, me estaría cerrando también las puertas a volver como turista. Vivimos en un mundo de coleccionismo de cromos en el que todo lo queremos ver y nos creemos con derecho a ello, pero no pasa nada por no hacerlo: escuchemos, leamos...
¿Qué se siente en aquel desierto de hielo?
La Antártida no deja indiferente a nadie y provoca dos reacciones muy diferentes: o te enamoras de ella o la odias con toda tu alma. Hay que tener en cuenta que a pesar de los maravillosos paisajes, ir allí supone asumir sacrificios. Es un lugar peligroso, de gran dureza. Si me pasa algo, no hay un hospital cerca, ni un medio de transporte rápido para trasladarme a uno. Tampoco puedo volver cuando quiera si le pasa algo a alguien de mi familia... Y si se me estropea algo del equipo, o lo arreglamos como podamos, o no podremos utilizarlo para trabajar porque no hay técnicos ni repuestos. En aquellas soledades, se descubre al ser humano y surge el espíritu de equipo y solidaridad. El instinto de supervivencia queda amortiguado por el espíritu de solidaridad.
¿Cuáles han sido los principales descubrimientos llevados a cabo en la Antártida?
Han sido muchas las investigaciones realizadas geológicas, biológicas, oceanográficas, astronómicas y meteorológicas. El más reciente es el de la localización de neutrinos de origen extraterrestre, pero también se ha desarrollado, por ejemplo, un nuevo sistema de propulsión de buques gracias a la observación de la forma de nadar de los pingüinos. Además, los limos del fondo del mar nos permiten retroceder cientos o miles de años en el tiempo y averiguar qué clima tuvo el planeta entonces. También observamos cómo se desarrolla la vida al límite, porque los peces viven en unas aguas al borde de la congelación y por eso se está estudiando la composición especial de su sangre para aplicar a la medicina estos conocimientos en personas con problemas de coagulación.
¿Y los de los españoles?
Hemos sido pioneros en algunos campos. Por ejemplo, se han hecho estudios muy importantes en oceanografía sobre las corrientes y también paleoclimáticos. La base española sólo se usa durante el verano austral porque no compensaría tener allí a 10 o 15 personas durante el invierno para que trabajaran 1 o 2 científicos. Lo que se hce en esos casos, es pedir permiso a otra base, algo contemplado en el Tratado Antártico. Hay unas 60 bases en total de las cuales permanecen operativas una veintena durante los meses más fríos. En cifras, eso supone que en verano trabajan en ellas unos 3.000 científicos, y en invierno, alrededor de 1.000.
¿Se notan los efectos del cambio climático en el continente antártico?
Depende de la zona. La occidental es mucho más inestable y, por lo tanto, desconocida, así que no sabemos lo que está pasando. Sigue encerrando misterios. En cuanto a otras zonas, Groenlandia puede perder mucho hielo y el Ártico, en cambio, está perdiendo menos de lo que se esperaba.
Acaba de publicar el libro Shackleton: el indomable. El explorador que nunca llegó al Polo Sur tras el éxito de su título Amundsen-Scott: duelo en la Antártida. ¿A cuál de estos tres valientes exploradores se siente más cercano?
Lo cierto es que por su trayectoria profesional, a Scott. No por su caracter utilitario, sino porque su historia personal se parece más a la mía. Él no persiguió ir a la Antártida con el ahínco de los otros exploradores, fue como si le tocara ir y algo así me pasó a mi que, por ejemplo, dudé entre estudiar Físicas o Geológicas hasta el último momento. Eran muy diferentes y fiel reflejo de ello es una mítica frase de un científico que también participó en expediciones de la época, Priestley, que decía: "Si quieres organizar una expedición científica, ve con Scott; si deseas una marcha rápida para alcanzar un objetivo, elige a Amundsen; pero si te va mal y parece que las cosas no pueden ir a peor, híncate de rodillas y pide a Dios que te envíe a Shackleton".